miércoles, 15 de abril de 2009

La ficción cinematográfica


Hoy quiero compartir una reflexión acerca de “la delgada frontera entre la realidad y la no realidad”. Estas palabras pertenecen a la dedicatoria que Fernando Marías escribió sobre un ejemplar de su libro La mujer de las alas grises que descansa en mi biblioteca.

Al terminar la conferencia que pronunció el año pasado sobre dicho libro en la Universidad de Murcia, me acerqué a él para felicitarlo por un párrafo de su libro que me había parecido espléndido. El párrafo es el siguiente:

El Comedor Ave María está limitado a un lado por el clausurado Museo Erótico de Madrid y al otro por los multicines Ideal, que ahora muestran los cierres echados. Pero más tarde un público alegre y despreocupado formará ante ellos otra aglomeración de esencia desgarradoramente distinta a la de las monjas. En ocasiones coinciden frente a frente ambos mundos: entonces los espectadores del cine, incómodos, agachan la vista hacia sus reticentes palomitas o la dirigen a lo alto, buscando en los carteles de Cameron Díaz o de Brad Pitt refugio ante las miradas de los sin techo, que a veces contraatacan dignos, borrachos o rabiosos, regodeándose en exhibir obscenamente una desoladora situación, a modo de única victoria posible entre el mundo idílico que los masticó antes de escupirlos al abismo. Algunos niños los estudian con la boca abierta, desasosegados por el repentino conocimiento del contraste entre el mundo ficticio que vende la pantalla y el real que habita la calle.

Este fragmento que acentúa el contraste entre la ficción artística y la realidad me trajo a la memoria, además de la película de Woody Allen La rosa púrpura del Cairo, un relato de Ayala, “Estrella polar” que narra la trágica historia de amor de un hombre que se enamora de una actriz al verla en el celuloide y todos los días acude al cine a su encuentro, hasta que un día el sistema de proyección falla y su enamorada aparece en la pantalla del revés. Seguidamente, su admirador regresa a su habitación y se suicida. Por primera vez era consciente de que su amada no existía para él. Era tan sólo una ficción.

Pero digo yo, ¿y qué hay de esos días en los que disfrutó elogiando la perfección sobrehumana de su estrella de cine? Es ficción pero, ¿acaso la ficción no nos arranca sensaciones tan reales como la vida misma? Los espectadores de Fernando Marías se avergonzaban de asistir al cine para evadirse, cuando los vagabundos pasaban a su lado. Pues podrían no avergonzarse de su disfrute e invitar a un par de vagabundos al cine. Así, los unos y los otros, hubieran podido durante dos horas abandonar sus preocupaciones vitales para sumergirse en el mundo de la ficción cinematográfica al que tantos regocijos debemos.

Que sirva esto para invitaros a leer el libro de Fernando Marías y para agradecer al cine los buenos momentos “ficticios” que nos ha hecho vivir.

2 comentarios:

  1. Estupenda reflexión Dámaris. Hay "muchos mundos" además del nuestro, el mundo de los que vamos al cine huyendo de las hipotecas y facturas del mecánico del coche. Por desgracia creo que a la mayoría, muchos de esos mundos nos parecen tan ficticios como los que encontramos en la pantalla del cine y nunca nos planteamos dar un paso atrás e intentar acercarnos a esas otras realidades.

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  2. Como siempre Amiga Dámaris me quito el sombrero ante tus estupendas reflexiones.
    Bravo¡¡eres una gran comunicadora.
    Animo¡¡ y adelante.

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